El ambiente político en el país, se encuentra en una espiral de soterrada crispación.
La polarización proyectada desde Palacio Nacional, ha dividido al país en conservadores y obradoristas.
En el maratón sucesorio, con la trampa del banderazo adelantado, puntean los aspirantes con sello gubernamental.
Pero como suele ocurrir en todo tipo de competencias, los primeros y acelerados pueden ser los últimos o rezagados.
Hay días en que el canciller Marcelo Ebrard aventaja en los sondeos a la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum y viceversa.
Y todo apunta a que no despegará la candidatura del secretario de Gobernación Adán Augusto López Hernández.
Para el Presidente está claro el escenario de la sucesión; sólo tiene en mente a Sheinbaum.
Del otro lado, hay críticas que empujan a la oposición a violar la ley como lo hacen los aspirantes de Morena, bajo el lugar común de que no hay nadie que compita.
El hecho es que los adelantados, han violado la ley electoral, y eso los tiene en riesgo de ser inhabilitados como candidatos.
Así es como se entiende la campaña de desprestigio contra el Instituto Nacional Electoral (INE) y la propuesta del Presidente para desaparecerlo.
Los constantes ataques a dirigentes de Va Por México, denotan el temor del gobierno a la alianza. No hay otra explicación.
Eventuales representantes de este bloque están en la palestra. El panista Ricardo Anaya –sometido a feroz persecución- puntea en los sondeos dentro de su partido.
Dentro del PRI, crecen en preferencias el senador Miguel Ángel Osorio Chong, Manlio Fabio Beltrones y Enrique de la Madrid. Alito no pinta.
En el PRD no han levantado la mano, pero hay figuras con potencial competitivo como el senador Miguel Ángel Mancera, ex jefe de gobierno.
Movimiento Ciudadano, mantiene como puntero al alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio. Eso le da para negociar lo que quiera a Dante Delgado.
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