Martín Aguilar
La tercera ola de covid-19 ya es una dura realidad en los hospitales mexicanos, algunos de los cuales resienten una ocupación del 100%, mientras que el Gobierno le resta importancia y confía en que el avance de la vacunación frene la mortalidad de la pandemia.
«No la estamos sintiendo, no. Estamos sufriendo la tercera ola. Los hospitales están llenos y nadie dice nada», descrito este viernes a Efe una enfermera que atiende a pacientes de coronavirus en la capital y que prefiere mantener su anonimato.
México registró en la última jornada 19,223 contagios nuevos de covid-19, unas cifras que no se veían desde el pico de la segunda ola en enero, y acumula 2,8 millones de contagios y 240.000 decesos confirmados, la cuarta cifra más alta del mundo.
El repunte comenzó en mayo en las zonas turísticas y se ha ido extendiendo por todo el país, donde se están llenando los hospitales de nuevo y se repite la incesante llegada de ambulancias.
«Hemos detenido los ingresos al hospital porque ya no tenemos una sola cama», agregó la enfermera.
Hace un mes estaban ocupadas solo el 14% de las camas de atención general y el 17% de las camas de terapia intensiva, pero ahora la ocupación nacional es del 44% y del 38%, respectivamente.
De los 32 estados del país, Nayarit, Colima, Ciudad de México y Durango están en alerta roja por ocupaciones superiores al 70%, y otros nueve están en alerta amarilla por rebasar el 50%.
Diego Ramírez merodea nervioso por los alrededores del Hospital Venados de la capital mexicana, uno de los que ha colgado el cartel de completo, a la espera de que le transfieren hacer una videollamada con su esposa, Felipa, ingresada desde hace una semana.
«Ya tenía muy grave el covid. Tiene problemas de asma, de respiración y le falta oxigenación. Está un poquito complicada nuestra situación», explicado apenado.
Su esposa, de 57 años, se contagió a pesar de que «se cuidaba mucho» y ahora está «muy delicada».
«Vamos a salir de esta», es lo último que Diego le dijo agarrándole de la mano.
A pesar del fuerte repunte de contagios, impulsado por la variante delta del coronavirus, el Gobierno mexicano ha descartado por completo aplicar restricciones puesto que confía plenamente en que el efecto de la vacunación evitará las escenas de hospitales y cementerios saturados que se vieron en las anteriores oleadas.
Las autoridades sanitarias calculan que gracias a la vacunación de los más mayores, la mortalidad de esta ola es un 77% menor a la del primer pico de julio de 2020 y un 87% al segundo pico de enero pasado.
Eso explicaría que durante la última jornada se registraron 381 muertes, lejos de las cifras de enero cuando había más de 1.500 decesos diarios.
«Ahora hay contagios, pero, esto es muy importante, menos fallecidos porque la gente mayor ya está vacunada, está demostrado que si se tiene la vacuna se protege. jóvenes «, expresó este viernes el presidente Andrés Manuel López Orador en su rueda de prensa matutina desde Sinaloa.
La visión del Gobierno la comparte plenamente la alcaldesa de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, quien opinó esta semana que «ya no es una opción el cierre de actividades económicas» y que «lo que debemos hacer es aplicar con mayor velocidad la vacunación y aprender a cuidarnos «.
Lo cierto es que la vacunación todavía está lejos de la inmunidad de grupo.
Desde diciembre pasado, han completado la pauta de vacunación 25,2 de los 126 millones de habitantes del país, es decir el 20% de la población. Sumado a las personas que toman una dosis, solo el 35% de los habitantes tienen algún tipo de inmunidad.
Quien no alcanzó para la segunda dosis de la vacuna fue la hermana de Claudia Padilla, internada e intubada en estado muy grave desde hace un día en el Hospital General de México.
Como otras personas, Claudia pasa la noche frente las rejas del centro médico, al que los familiares no pueden entrar por riesgo de contagio, a la espera de que le den información sobre su hermana.
«Le dolía el pecho, tenía mucha tos, le dolía el cuerpo, tenía diarrea», relató sentada en un taburete que trajo para pasar las horas.
En este hospital tardaron en encontrar una cama libre para la hermana de Claudia y durante la noche tuvieron que rechazar a personas que llegaban en estado grave por falta de espacio.
«Creo que bajamos la guardia», reflexionó esta mujer, quien pidió ser más «consciente y empáticos» y apoyar a los enfermos porque «no es una enfermedad que uno quiera adquirir».
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