Luego que la oposición se tomará un receso desde hace una semana cuando fue el tercer informe de gobierno y tras el distanciamiento de las bancadas de la alianza opositora en el Congreso de la Ciudad de México, los presidentes del PAN, PRI y PRD buscan que sus acuerdos no se colapsen, con miras a la sucesión de 2024.
Diputados y dirigentes de los suspiritos azules han mantenido su abierta oposición al gobierno de Claudia Sheinbaum, pero no han sabido ser generosos con sus aliados.
Desde la dirigencia del PAN, Andrés Atayde ha tratado de seguir construyendo, pero todo el mundo sabe que tanto él como Christian von Roehrich —coordinador parlamentario en Donceles— responden al diputado federal Jorge Romero.
Y como Romero fue uno de los impulsores de la alianza capitalina, junto con el de saparecido Leonel Luna, priistas y perredistas esperaban una mejor actitud, y no que los azules quisieran atragantarse de posiciones.
Quienes conocen del asunto afirman que la cúpula panista, encabezada por Von Roehrich en Donceles, le dispensa trato de limosneros a sus aliados, por lo que éstos han preferido negociar directamente con los enviados de Claudia Sheinbaum.
De por sí las cosas habían subido de tono al final de la legislatura pasada, cuando el diputado Federico Döring arremetió contra el líder de la bancada perredista, Víctor Hugo Lobo, en ese momento presidente de la Junta de Coordinación Política. El panista lo llenó de calificativos, llamándolo incluso entreguista, sin que Von Roehrich hiciera ningún deslinde ni Romero llamara al orden. Claro, a lo mejor porque Döring no es de su clan y no lo pueden controlar.
Como quiera, las diferencias entre los líderes de las bancadas lucen de momento irreconciliables, lo que mete en un serio problema a sus dirigencias de partido, por mucho que Nora Arias, Israel Betanzos y el propio Atayde juren que la alianza está firme.
Los dirigentes se conocen desde la penúltima Legislatura de la extinta Asamblea Legislativa del DF, donde coincidieron como diputados, lo cual facilitó sellar los acuerdos electorales que los llevaron a la victoria en junio pasado.
El asunto es que, aunque los tres garantizan la unidad, las negociaciones de sus bancadas en Donceles los tienen atados de manos. Los tricolores y el PRD han recibido buen trato del Antiguo Ayuntamiento, mientras que de parte de los panistas, sólo desprecio. Seguramente en 2024 volverán a ser aliados, aunque para entonces esa unión será leída por la ciudadanía como oportunista, en busca de posiciones políticas y no en defensa de las causas sociales.
Lo malo es que en medio de esta guerra quedan los nueve alcaldes opositores, que formaron un bloque pensando que sus partidos se mantendrían unidos en el Congreso. Sin el respaldo de sus bancadas serán vulnerables y no tardarán en ser divididos también.
Esa situación dificultará que puedan posicionarse en sus respectivos territorios, facilitando al mismo tiempo que Morena y su gobierno operen para recuperarlos.
Quizá la única solución sea una cumbre opositora, donde los partidos se vean generosos y antepongan los intereses ciudadanos a los suyos; obvio, eso no va a ocurrir.
Por lo tanto, la alianza entrará en pausa.
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